Blogroll

martes, 25 de agosto de 2009

EL CAÑONAZO

La Habana, Cuba, agosto del 2009

Eran aproximadamente las tres de la tarde, hora exacta en que cuentan mataron a Lola. Personas que respeto y aprecio mucho me invitan al cañonazo de las 9:00 pm en La Cabaña. Lo pensé un breve espacio, la respuesta, para no ser un agua fiesta fue positiva, inmediatamente se me ocurrió la pregunta más práctica (cuantos litros de gasolina hacen falta, cuanto hay que llevar, no tenemos mucho).
En resumen me convencieron, el primer paso fue acudir al mercado negro y comprar gasolina que actualmente cuesta 20 pesos MN, el litro. Después de recorrer el barrio al fin apareció el líquido.
Partimos casi anocheciendo, pasando por la avenida del puerto disfrutábamos del paisaje y de los pocos barcos atracados allí.
Al llegar a La Cabaña nos dirigimos a comprar las entradas 7 pesos MN y los niños no pagaron.
Nos adentramos apurados para tratar de obtener la mejor vista posible de la ceremonia. Todo era muy bonito, un paisaje maravilloso.
Como todo padre protector, casi llegando la hora del estruendo cargué en mis hombros a mi hijo, el cual estaba atento a los detalles más mínimos.
Sonó el cañonazo y todos aplaudimos, al concluir la ceremonia nos dirigimos a los museos, les leía y comentábamos sobre las armas, que por cierto se conservan en un estado increíble a pesar del paso de los siglos.
Íbamos de salida y sonó en mis oídos una frase que me estremeció, era el verdadero cañonazo de las 9:00 pm. Con la ingenuidad que caracteriza a los niños, mi hijo pide que le compren un souvenir y como debiera ser normal un refresco o una malta, entre los cuatro mayores que estábamos, ni haciendo una ponina (recolección) llegábamos a 50 centavos (cuc), que es la moneda que sustituye al dólar y lamentablemente no todos los cubanos tenemos.
Todos los mayores nos miramos y urgentemente sacamos el libro de psicología infantil, que hemos aprendido en estos tan terribles años.
Monté silencioso e incómodo en aquel dichoso carro, y no hablé en todo el camino de regreso a casa, mi mente se llenó de la frustración más terrible que puede padecer un ser humano.
Nunca entenderé cómo nos pagan en plata si nos quieren cobrar en oro.
El chofe, con la agilidad mental que lo caracteriza, rompió el hielo, enseguida buscó una alternativa a nuestra desgracia monetaria y nos llevó a comer helados caseros y refrescos, todo de poca calidad pero en moneda nacional.
Espero que esta linda pero amarga experiencia no la tengan que experimentar las nuevas generaciones.

joisygarcia@gmail.com

0 comentarios:

Publicar un comentario

Blog Archive